Después de pasar la población de Campo, nos adentramos en el Congosto de Ventamillo, o el precongosto que digo yo, porque realmente el verdadero Congosto comienza después de Seira. Son unos 15 km de angostura y estrechez de la carretera, que sobrecoge por primera vez al que lo pasa, pero incluso a los que lo atravesamos unas cuantas veces todos los años, nos sigue impactando. Las paredes verticales se elevan hacia los cielos en una rectitud sobrecogedora, incluso si uno fija la vista, en algún momento parece que se junten. Es muy probable que este congosto comenzase a abrirse a principios del Holoceno, con el cambio climático y con el gran deshielo del glaciar que cubría todo el Valle, desde las altas cumbres de la Madaleta y el Aneto, hasta El Run.
Podríamos decir que este Congosto, es la antesala al Valle de Benasque, una especie de preparatorio para lo que viene después. Y digo preparatorio porque una vez pasado el pueblo de El Run, nos aparece el Valle con un punto de referencia muy claro: el majestuoso pico Gallinero. El Gallinero hace función de vigía del Valle, te pide las credenciales para poder pasar, te vigilará y observará durante los primeros kilómetros. Tambien cumple su papel la Sierra de Chia. Ésta, en la margen occidental observa a todo el que se adentra al Valle y le sigue de sur a norte unos cuantos kilometros. El pequeño pueblo de Chía se encuentra en lo que en geomorfología se denomina "Valle colgado", es decir, un pequeño valle glaciar sin conexion sobre el valle principal.
La imagen que nos encontramos cuando se abre ante nosotros el Valle, es totalmente diferente a lo que habíamos visto hasta entonces. De la estrechez del Congosto, pasamos a una amplitud de un par de kilómetros cuando dejamos a nuestra derecha Castejón de Sos. No es difícil pensar que esa amplitud comentada se debe a algún hecho geográfico. En este caso el modelado glacial ha hecho un buen trabajo. La última glaciación (comentada anteriromente, la última del Pleistoceno), hizo una labor en el Valle (como en el resto del Pirineo) tan importante que las formas del relieve actual son casi como un libro abierto, las cuales nos explican las circunstancias geomorfológicas y climáticas que hicieron posible este paisaje.
Podríamos decir que este Congosto, es la antesala al Valle de Benasque, una especie de preparatorio para lo que viene después. Y digo preparatorio porque una vez pasado el pueblo de El Run, nos aparece el Valle con un punto de referencia muy claro: el majestuoso pico Gallinero. El Gallinero hace función de vigía del Valle, te pide las credenciales para poder pasar, te vigilará y observará durante los primeros kilómetros. Tambien cumple su papel la Sierra de Chia. Ésta, en la margen occidental observa a todo el que se adentra al Valle y le sigue de sur a norte unos cuantos kilometros. El pequeño pueblo de Chía se encuentra en lo que en geomorfología se denomina "Valle colgado", es decir, un pequeño valle glaciar sin conexion sobre el valle principal.
La imagen que nos encontramos cuando se abre ante nosotros el Valle, es totalmente diferente a lo que habíamos visto hasta entonces. De la estrechez del Congosto, pasamos a una amplitud de un par de kilómetros cuando dejamos a nuestra derecha Castejón de Sos. No es difícil pensar que esa amplitud comentada se debe a algún hecho geográfico. En este caso el modelado glacial ha hecho un buen trabajo. La última glaciación (comentada anteriromente, la última del Pleistoceno), hizo una labor en el Valle (como en el resto del Pirineo) tan importante que las formas del relieve actual son casi como un libro abierto, las cuales nos explican las circunstancias geomorfológicas y climáticas que hicieron posible este paisaje.
Una carretera llana y rectilínea nos lleva, una vez pasado Castejón, hasta Villanova. Este tramo es de unos 5 km., y en él podremos observar a derecha e izquierda, una gran cantidad de prados en el fondo del Valle. Prados que sirven para alimentar a la aún existente ganadería bovina y que continúa teniendo cierto peso en Benasque. Los prados están limitados por líneas de chopos que se elevan hasta rozar los cielos y hacen a su vez de frontera entre los unos y los otros, y también de refugio para los innumerables pajarillos que vuelan por estas tierras y nos dan imágenes bucólicas que nos recuerdan a los cuadros románticos de Constable.
Si bien Castejón se encuentra en la misma carretera que lleva al Valle de Castanesa y al de Arán, Villanova, el antiguo núcleo, lo encontramos algo más elevado. Seguramente las avenidas y desbordamientos recurrentes del Ésera llevaron a que los primeros habitantes de la comarca, elevaran la construcción de estos pueblos para salvaguardarlos de posibles inundaciomes. Las nuevas construcciones sí que están junto a la carretera y también más cerca del río. En junio de 2013, las fuertes tormentas que se desarrollaron aquí en el Valle (también en Arán) ocasionaron importantes desperfectos, pero en los pueblos que se encuentran más elevados y por tanto más alejados del río, no hubo ningún problema.
Frente a Villanova, en la margen izquierda del río Ésera, encontramos la población de Sesué, casi sumergida entre los frondosos bosques de robles, hayas y abedules. Por cierto, también en las faldas de la Sierra de Chía, podemos encontrar un inmenso bosque de abedules que cubre todas las laderas de esta sierra, además conecta prácticamente sin ningún claro, con el bosque de Sahún. Interesante también comentar que en la parte más sureña de la Sierra de Chía, las laderas que miran al este, y que están cubiertas por canchales, se están recubriendo de bosque. Cada año, la cobertura boscosa aumenta en extensión.
Si bien Castejón se encuentra en la misma carretera que lleva al Valle de Castanesa y al de Arán, Villanova, el antiguo núcleo, lo encontramos algo más elevado. Seguramente las avenidas y desbordamientos recurrentes del Ésera llevaron a que los primeros habitantes de la comarca, elevaran la construcción de estos pueblos para salvaguardarlos de posibles inundaciomes. Las nuevas construcciones sí que están junto a la carretera y también más cerca del río. En junio de 2013, las fuertes tormentas que se desarrollaron aquí en el Valle (también en Arán) ocasionaron importantes desperfectos, pero en los pueblos que se encuentran más elevados y por tanto más alejados del río, no hubo ningún problema.
Frente a Villanova, en la margen izquierda del río Ésera, encontramos la población de Sesué, casi sumergida entre los frondosos bosques de robles, hayas y abedules. Por cierto, también en las faldas de la Sierra de Chía, podemos encontrar un inmenso bosque de abedules que cubre todas las laderas de esta sierra, además conecta prácticamente sin ningún claro, con el bosque de Sahún. Interesante también comentar que en la parte más sureña de la Sierra de Chía, las laderas que miran al este, y que están cubiertas por canchales, se están recubriendo de bosque. Cada año, la cobertura boscosa aumenta en extensión.
Después de Villanova, y en tan sólo 2 ó 3 kilómetros aparece la población de Sahún, donde también su núcleo originario, se encuentra elevado casi sobre un promontorio. Siguiendo el curso del Ésera por la misma carretera nos encontramos enseguida con Eriste y el lago del mismo nombre. El paisaje que aparece ante nosotros es sencillamente bellísimo. Esta vez el guardián y dominante de toda esta parte del Valle, es el pico Cerler. Casi con forma de prisma, una pirámide natural, que se alza a más de 2.400 m.
Eriste, sigue manteniendo el sabor de pueblo pirenaico, aunque se han construido algunas edificaciones modernas o reformado otras más antiguas, mantiene, como decíamos, una tipologia de callejuelas estrechas y sin orden. Similar a los mismos entramados de calles de Villanova o Sahún. Frente al pueblo, aparcece el lago de Eriste, artificial, claro está, pero la fotografía que nos brinda también se presta a la contemplación. Por los alrededores del lago se pueden dar relajantes paseos, tanto en verano como en invierno. Casi todos los inviernos el lago suele helarse, en muchas ocasiones en su totalidad. Hay que decir al respecto que de todo el Valle, la población más fría es Cerler, pero la segunda es Eriste. Este hecho se debe, seguramente, a que cuando tenemos anticiclones térmicos y potentes invernales, la inversión térmica hace que las temperaturas en esta parte del Valle se desplomen de forma que, los -15°C sean casi una constante en estas circunstancias meteorológicas.
Las faldas de las montañas de esta parte del Valle, las que miran al N y NO, también están cubiertas por unos frondosos bosques: La Selva de Conques y algo más adelante, la Selva d'Ansils. Ambas se cubren de un verde fresco y vivo en los meses estivales y cuando llega el equinoccio de otoño los colores ocres, rojos y tejas nos avisan que las cosas empiezan a cambiar y que el invierno y el frío no tardarán mucho en presentarse. El espectáculo en otoño en esta parte del Valle es para quedarse sin aliento. La contemplación en silencio, en plena armonía con el paisaje, es lo que el viajero debería hacer, si además ėsta va acompañada de una débil lluvia con nieblas que cubren media montaña, la cosa mejora en proporciones considerables. Dejamos Eriste y su lago y nos dirigimos hacia la capital del Valle, (con el permiso de Castejón de Sos), Benasque. Algunos prados en los márgenes del Ésera, la urbanización de Linsoles a nuestra derecha y, un poco más allá, aparecen algunos tejados acabados en punta del pueblo medieval d'Ansils (en realidad es de época moderna, de los siglos, XVII, XVIII y XIX). Luego nos dirigiremos a él desde Benasque.
La entrada a Benasque no me gusta, no es agradable a la vista, no sólo de mis ojos, de mi percepción, sino de la de cualquiera. Grúas, contenedores, construcciones a medias, sin acabar, despropósitos urbanísticos, un polideportivo fuera del pueblo y que hace falta una llave para entrar, (???). Un lugar único como es Benasque, un pueblo (este sí) de origen medieval, capital del turismo de nieve y también de verano; con miles de visitantes al año; con un paisaje realmente espectacular donde las montañas ejercen de dioses protectores; con el río Ésera que atraviesa el mismo pueblo y un puente de aires medievales pero que es moderno y que todavía sigue en pie; no, no puede permitirse esa entrada y esa degradación urbana y paisajística.
A Benasque se entra a través de un puente moderno que cruza el río, y enseguida nos adentramos en el pueblo. Lo mejor es dejar el coche y entrar por la avenida de los Tilos andando. Perderse por las callejuelas, mirar, observar.
Por supuesto, encontramos hoteles, tiendas, restaurantes, apartamentos y demás, claro, evidentemente. Difícil o casi imposible seria la vida hoy en dia en este rincón pirenaico, sin el turismo. Pero Benasque mantiene su peculiaridad de pueblo montañés, no la ha perdido del todo. Aún podemos contemplar algunas edificaciones medievales y sobre todo de época moderna, que se conservan relativamente bien y todo ello combinado con el ambiente montañés. Grupos, parejas, familias, todo el amplio espectro humano que le atrae la montaña, acaba por aquí, en su iconografía se ve muy a las claras. Buen ambiente.
Benasque cuenta con algo más de 2.000 habitantes si añadimos las poblaciones de Cerler y Ansils. Pero el turismo hace que esta población se multiplique varias veces en épocas de Navidad, Pascua y verano. En invierno el paisaje se tiñe de blanco y las pistas de esquí dan de comer al Valle. Copo de nieve que cae, euro que entra en Benasque.
Desde Benasque y en tan sólo media hora andando y por un bonito y tranquilo paseo, se puede llegar a Ansils. Pueblo que nació debido al auge de la economía ganadera del Valle y fue aquí donde los ganaderos acomodados se construyeron sus casas-palacio algo retiradas del pueblo de Benasque. Interesante y bien conservado su patrimonio arquitectónico. Entrando en el pueblo y siguiendo una ruta marcada, podemos subir a Cerler, el pueblo más alto del Pirineo oscense con sus 1.540 msnm. Cerler tiene dos partes bien diferenciadas, la vieja y la nueva. Y, aunque la vieja ha perdido parte del sabor de antaño, aún se puede inferir el verdadero encanto de pueblo montañés y ganadero que fue. La parte antigua es pequeña, claro, sus calles casi no dejan pasar la luz, sus casas (con algunas remodelaciones modernas) son de otros tiempos que ya no volverán. La mampostería domina el entramado de muros y paredes. Su iglesia románica con su campanario, nos sigue recordando que a veces los relojes no nos hacen mucha falta y, sobre todo, las vistas y paisajes que se abren desde cualquier rincon y de sus miradores no tienen parangón. La Sierra Negra protege a Cerler de los vientos norteños y también le abasteció en su momento de pirita con una mina que fue explotada hasta no hace mucho tiempo. Los bosques que rodean Cerler son seteros y los prados que lo envuelven dieron y dan de comer a importantes rebaños bovinos. La estación de esquí hizo que se construyera la parte nueva, como apuntábamos antes. Hoteles y apartamentos son los que dominan el pueblo cuando atravavesamos el pino negral que nos da la bienvenida a la entrada. Alguna construcción no creo que pasaría ninguna inspección que hubiera sobre impacto visual sobre el medio.
Si seguimos la carretera y subimos y subimos, llegaremos a la zona del Ampríu. Ampliación de la estación de esquí de Cerler. Verdadero paraíso para el esquiador y el amante de la montaña y la naturaleza. Desde aquí salen innumerables rutas para todos los gustos: Exigentes, paseos, media montaña... Aire puro y desconexion.
Seguiremos contando las peculiaridades de este rincón pirenaico.
Eriste, sigue manteniendo el sabor de pueblo pirenaico, aunque se han construido algunas edificaciones modernas o reformado otras más antiguas, mantiene, como decíamos, una tipologia de callejuelas estrechas y sin orden. Similar a los mismos entramados de calles de Villanova o Sahún. Frente al pueblo, aparcece el lago de Eriste, artificial, claro está, pero la fotografía que nos brinda también se presta a la contemplación. Por los alrededores del lago se pueden dar relajantes paseos, tanto en verano como en invierno. Casi todos los inviernos el lago suele helarse, en muchas ocasiones en su totalidad. Hay que decir al respecto que de todo el Valle, la población más fría es Cerler, pero la segunda es Eriste. Este hecho se debe, seguramente, a que cuando tenemos anticiclones térmicos y potentes invernales, la inversión térmica hace que las temperaturas en esta parte del Valle se desplomen de forma que, los -15°C sean casi una constante en estas circunstancias meteorológicas.
Las faldas de las montañas de esta parte del Valle, las que miran al N y NO, también están cubiertas por unos frondosos bosques: La Selva de Conques y algo más adelante, la Selva d'Ansils. Ambas se cubren de un verde fresco y vivo en los meses estivales y cuando llega el equinoccio de otoño los colores ocres, rojos y tejas nos avisan que las cosas empiezan a cambiar y que el invierno y el frío no tardarán mucho en presentarse. El espectáculo en otoño en esta parte del Valle es para quedarse sin aliento. La contemplación en silencio, en plena armonía con el paisaje, es lo que el viajero debería hacer, si además ėsta va acompañada de una débil lluvia con nieblas que cubren media montaña, la cosa mejora en proporciones considerables. Dejamos Eriste y su lago y nos dirigimos hacia la capital del Valle, (con el permiso de Castejón de Sos), Benasque. Algunos prados en los márgenes del Ésera, la urbanización de Linsoles a nuestra derecha y, un poco más allá, aparecen algunos tejados acabados en punta del pueblo medieval d'Ansils (en realidad es de época moderna, de los siglos, XVII, XVIII y XIX). Luego nos dirigiremos a él desde Benasque.
La entrada a Benasque no me gusta, no es agradable a la vista, no sólo de mis ojos, de mi percepción, sino de la de cualquiera. Grúas, contenedores, construcciones a medias, sin acabar, despropósitos urbanísticos, un polideportivo fuera del pueblo y que hace falta una llave para entrar, (???). Un lugar único como es Benasque, un pueblo (este sí) de origen medieval, capital del turismo de nieve y también de verano; con miles de visitantes al año; con un paisaje realmente espectacular donde las montañas ejercen de dioses protectores; con el río Ésera que atraviesa el mismo pueblo y un puente de aires medievales pero que es moderno y que todavía sigue en pie; no, no puede permitirse esa entrada y esa degradación urbana y paisajística.
A Benasque se entra a través de un puente moderno que cruza el río, y enseguida nos adentramos en el pueblo. Lo mejor es dejar el coche y entrar por la avenida de los Tilos andando. Perderse por las callejuelas, mirar, observar.
Por supuesto, encontramos hoteles, tiendas, restaurantes, apartamentos y demás, claro, evidentemente. Difícil o casi imposible seria la vida hoy en dia en este rincón pirenaico, sin el turismo. Pero Benasque mantiene su peculiaridad de pueblo montañés, no la ha perdido del todo. Aún podemos contemplar algunas edificaciones medievales y sobre todo de época moderna, que se conservan relativamente bien y todo ello combinado con el ambiente montañés. Grupos, parejas, familias, todo el amplio espectro humano que le atrae la montaña, acaba por aquí, en su iconografía se ve muy a las claras. Buen ambiente.
Benasque cuenta con algo más de 2.000 habitantes si añadimos las poblaciones de Cerler y Ansils. Pero el turismo hace que esta población se multiplique varias veces en épocas de Navidad, Pascua y verano. En invierno el paisaje se tiñe de blanco y las pistas de esquí dan de comer al Valle. Copo de nieve que cae, euro que entra en Benasque.
Desde Benasque y en tan sólo media hora andando y por un bonito y tranquilo paseo, se puede llegar a Ansils. Pueblo que nació debido al auge de la economía ganadera del Valle y fue aquí donde los ganaderos acomodados se construyeron sus casas-palacio algo retiradas del pueblo de Benasque. Interesante y bien conservado su patrimonio arquitectónico. Entrando en el pueblo y siguiendo una ruta marcada, podemos subir a Cerler, el pueblo más alto del Pirineo oscense con sus 1.540 msnm. Cerler tiene dos partes bien diferenciadas, la vieja y la nueva. Y, aunque la vieja ha perdido parte del sabor de antaño, aún se puede inferir el verdadero encanto de pueblo montañés y ganadero que fue. La parte antigua es pequeña, claro, sus calles casi no dejan pasar la luz, sus casas (con algunas remodelaciones modernas) son de otros tiempos que ya no volverán. La mampostería domina el entramado de muros y paredes. Su iglesia románica con su campanario, nos sigue recordando que a veces los relojes no nos hacen mucha falta y, sobre todo, las vistas y paisajes que se abren desde cualquier rincon y de sus miradores no tienen parangón. La Sierra Negra protege a Cerler de los vientos norteños y también le abasteció en su momento de pirita con una mina que fue explotada hasta no hace mucho tiempo. Los bosques que rodean Cerler son seteros y los prados que lo envuelven dieron y dan de comer a importantes rebaños bovinos. La estación de esquí hizo que se construyera la parte nueva, como apuntábamos antes. Hoteles y apartamentos son los que dominan el pueblo cuando atravavesamos el pino negral que nos da la bienvenida a la entrada. Alguna construcción no creo que pasaría ninguna inspección que hubiera sobre impacto visual sobre el medio.
Si seguimos la carretera y subimos y subimos, llegaremos a la zona del Ampríu. Ampliación de la estación de esquí de Cerler. Verdadero paraíso para el esquiador y el amante de la montaña y la naturaleza. Desde aquí salen innumerables rutas para todos los gustos: Exigentes, paseos, media montaña... Aire puro y desconexion.
Seguiremos contando las peculiaridades de este rincón pirenaico.
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